Los meses pasaron y mi pancita se hizo una ¡panzota!,
Adrián continuó sano en cada uno de sus
exámenes que le practicaban y todo parecía marchar perfecto, llegó noviembre
del 2008 y junto con él llego mi amor pequeñito Adriancito, un niño lleno de
salud y energía , le di gracias a Dios mil veces por ello, ya que siempre tuve
ese miedo de que como parecía ser que era muy pronto para haberme embarazado
temía que algo en el pequeñito no estuviera bien, y contrario a ello todo salió
perfecto.
Cuando llegué a mi casa después de
haber estado en el hospital repetimos lo de hacía ya casi dos años y tomó Adrián
de nuevo mi calostro materno que sin saberlo nosotros aseguraría otra vez dos años más de salud.
Eso,
junto con la enorme felicidad de tener en su vida a otro hombrecito
hermoso, que además había heredado sus hermosos ojos, su tez y hasta su
carácter, necio.
Los meses pasaron y pensamos que como ya Adrián estaba muy bien y
no había rastros de que pudiera volver su cáncer entonces se nos ocurrió que
sería muy padre intentar irnos de México, en ese entonces a penas empezaba a
haber violencia en el país y nos asustaba mucho, además de que él trabajaba
todo el día y nos veíamos poco, a mi me preocupaba que llevara esa vida tan
agitada por que pensaba que descansar poco podría hacer que se enfermara de nuevo.
Se dio la oportunidad de irnos y él se fue primero
en enero del 2010, ¿el rumbo? Canadá, yo no me fui por que pensamos que sería más difícil,
económicamente hablando, adaptarnos y que ya que él estuviera establecido
entonces yo lo alcanzaría con los niños. Nunca pensamos que sería tan difícil para ambos, para mi estar sin el
me generaba ansiedad y sentía que me faltaba la otra mitad del cuerpo, era como
si se hubiera llevado la mitad de mi corazón, en realidad es una de las
experiencias más feas por las que he pasado… para él, peor, el nunca se había
separado de mi y de los niños, mucho
menos estar lejos de su familia, fueron
meses difíciles y muy sacrificados por ambas partes.
Dentro de su cuerpo, estar triste,
ansioso, cansado, estresado comenzó a generar
una enorme carga de cortisol, el cortisol
es una hormona totalmente contraria a la endorfina o a la dopamina -que generan bienestar en el
cuerpo y se encargan de la felicidad-
por el contrario el cortisol genera
el estrés, cuando hay un exceso de esta
hormona también se libera un exceso de azúcar y el azúcar es por mucho el alimento preferido del
cáncer, su sistema inmunológico comenzaba a debilitarse, Adrián lo ignoraba,
pero en su cuerpo comenzaban a prosperar las células cancerígenas que hacía
casi 4 años habían emigrado a una parte llamada retroperitoneo.
Adrian valoró todas las características
del lugar donde estaba y pensó que no era un buen lugar para que viviéramos nuestra
vida, sentía que el exceso de frío no podría dejarnos vivir felices y que yo todo el tiempo hubiera
tenido que estar encerrada, y propuso que sería mejor regresar a México, como mi hermana
y mi cuñado están en Estados Unidos decidimos que antes de regresar
intentaríamos allá, en New Jersey.
Así que para mayo del 2010 ya nos habíamos
vuelto a encontrar en Estados Unidos.
Fue un momento súper feliz en nuestras
vidas, nos abrazamos y lloramos y juramos jamás volver a hacer algo así, no
importaba que, nunca nos separaríamos otra vez!
Otra vez nuestra vida fue muy feliz,
nos divertíamos, nos amábamos, éramos muy felices, me da risa que siempre digo
lo mismo…
Dice Adrián:
A ver, mejor dime, ¿Cuándo NO has sido feliz?
Mi respuesta:
- a tu lado, jamás-
Conforme fuimos adaptando nuestras
vidas al estilo de vida americano, Adrián fue olvidándose de que algún día tuvo
cáncer, si se cuidaba en algunas cosas… mejor dicho, no se cuidaba ya nada.
Ese era el único motivo de nuestros “problemas”
a mi me preocupaba bastante que él no se cuidara y yo trataba de cuidarlo pero
al mismo tiempo sentía que no podía vivir en un pasado que parecía ya no haber
rastro de él, y con mucha preocupación en mi vida, vi como mi amor... volvía a
tomar cerveza cada fin de semana, lo
hacía tremendamente feliz que le diera un filete de carne de medio kilo, le
encantaba que nos juntáramos los fines de semana con nuestra familia a la carne
asada, la nieve se convirtió en su postre preferido que no podía faltar en la
casa y cuando fue el mundial en el verano su máximo era tomar “chela” y comer
alitas de pollo.
Triste ahora lo recuerdo que fui cómplice
de todo eso, por que sabiendo que estaba mal, lo permití por que él era
simplemente… ¡feliz!
Cabe mencionar que aunque había en
mi casa postres y carnes, nunca faltaban las frutas y verduras que yo le
cocinaba, su pescado, ensaladas, su lunch que se llevaba al trabajo, todo en mi
casa -mientras yo tuviera el control- todo lo cuidaba y trataba de hacerlo lo más
apegado a la alimentación que él llevaba aquí en México, pero con todo y eso,
no era suficiente... no fue suficiente. El cáncer requiere más que eso para
desaparecer, requiere de disciplina, pero sobre todo, requiere que nunca te
olvides que siempre estará latente…